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PSIQUIATRIA

Trastornos del Sueño

Trastornos del Sueño

El sueño es una conducta normal presente en todas las especies animales estudiadas. En el caso de los humanos, ocupa aproximadamente un tercio de nuestra vida, y aunque no se conocen exactamente sus funciones, sí es seguro que es necesario para la supervivencia.

Está compuesto por dos fases o estados fisiológicos: el sueño con movimiento ocular no rápido (NoREM) y el sueño con movimiento ocular rápido (REM). En el sueño NoREM, la mayoría de funciones fisiológicas son más bajas que durante la vigilia. En el sueño REM, se da un elevado nivel de actividad cerebral y un grado de actividad fisiológica similar a la vigilia. 

A lo largo de la historia, se han hecho distintas atribuciones al fenómeno de dormir. En la antigua Grecia, se asociaba la necesidad del sueño a dios Hipnos y su hijo Morfeo, que era una criatura de la noche. En el siglo XIX, Freud abre una línea de estudio al considerar el sueño una puerta de acceso al inconsciente. El conocimiento sobre el sueño y su interpretación como función vital ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, y si hay algo claro en el presente, es su valor indicador del funcionamiento de otras actividades fisiológicas en el ser humano. Actualmente, la mayoría de estudios han llegado a la conclusión de que proporciona una función restauradora y homeostática, crucial para la termorregulación y conservación de los niveles de energía normales. Por tanto, cuando sufrimos trastornos del sueño, debemos estar atentos a otra alteración física o emocional subyacente.

Existen dos tipos de trastornos primarios del sueño: las disomnias (insomnio o hipersomnia) y las parasomnias, que son comportamientos inusuales durante el sueño como las pesadillas, terrores nocturnos o sonambulismo.

El insomnio o dificultad para iniciar o mantener el sueño, es el trastorno del sueño más frecuente, con una prevalencia anual del 30 al 45% entre los adultos. A menudo se asocia a un periodo de ansiedad, un duelo, un cambio vital o cualquier fuente de estrés. En caso de que no seamos capaces de identificar ninguna de estas causas, también es importante descartar enfermedades del sistema nervioso o neoplásicas, problemas respiratorios, factores dietéticos, dolor mal controlado o uso de sustancias, e iniciar un tratamiento del factor causal.

La hipersomnia o tendencia al sueño excesiva, es una queja mucho menos frecuente pero no menos importante, y normalmente se asocia a enfermedades como la narcolepsia o apnea del sueño.
Respecto a las parasomnias, es frecuente su presentación en la infancia, y aunque a menudo generan marcada angustia en los padres, en la mayoría de casos no tienen un significado patológico en sí mismas, mientras no vayan asociadas a otros trastornos durante el día.

Dado que como hemos comentado, el sueño es necesario para la regulación de otras funciones corporales, si aparece cualquier trastorno en éste, es habitual que empiecen a resentirse otras actividades biológicas y psicológicas, como nuestro apetito, energía física, estado de ánimo o capacidad de concentración. Por este motivo, es importante prestar atención a cualquier alteración y tratar de solucionarla.

Si queremos tratar correctamente el insomnio de origen emocional o ansioso, podemos usar la terapia farmacológica, pero esta debe ser siempre breve, individualizada y complementaria a una serie de medidas conocidas como “de higiene del sueño”, dirigidas a modificar hábitos perjudiciales en nuestra rutina nocturna. Por otro lado, debemos considerar el abordaje del problema subyacente con ayuda de un profesional.

 

Respecto a las medidas conductuales que contribuirán a un mejor descanso nocturno, se incluyen aspectos tanto relacionados con la dieta como con la activación física y adecuación de horarios. Aquí podemos consultar algunas de las más importantes.

Disfrutad de un buen descanso.

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Virginia Pérez Maciá