Existen dos tipos de trastornos primarios del sueño: las disomnias (insomnio o hipersomnia) y las parasomnias, que son comportamientos inusuales durante el sueño como las pesadillas, terrores nocturnos o sonambulismo.
El insomnio o dificultad para iniciar o mantener el sueño, es el trastorno del sueño más frecuente, con una prevalencia anual del 30 al 45% entre los adultos. A menudo se asocia a un periodo de ansiedad, un duelo, un cambio vital o cualquier fuente de estrés. En caso de que no seamos capaces de identificar ninguna de estas causas, también es importante descartar enfermedades del sistema nervioso o neoplásicas, problemas respiratorios, factores dietéticos, dolor mal controlado o uso de sustancias, e iniciar un tratamiento del factor causal.
La hipersomnia o tendencia al sueño excesiva, es una queja mucho menos frecuente pero no menos importante, y normalmente se asocia a enfermedades como la narcolepsia o apnea del sueño.
Respecto a las parasomnias, es frecuente su presentación en la infancia, y aunque a menudo generan marcada angustia en los padres, en la mayoría de casos no tienen un significado patológico en sí mismas, mientras no vayan asociadas a otros trastornos durante el día.